Fiesta Galáctica en Resistencia

Por Renata Mussano

Cuando uno asiste a conciertos de bandas que desconoce, o conoce parcialmente, suele inquietarse por lo que puede llegar a encontrar, asiste con las expectativas en cero, averigua al respecto -como quien precisa de una retaguardia musical que lo ambiente- para recibir el evento no tan “perdido”. Uno asiste a eventos musicales porque quiere cantar, porque quiere conocer a sus ídolos o porque recibe la oportunidad de asistir y la aprovecha. Este último era mi caso, que había escuchado de pasada un par de temitas pero en realidad no conocía a Sig Ragga, por lo que ahora me encuentro en el desafío de tener que escribir sobre una banda que fui a ver con la mente en blanco y me dejó con la boca abierta por su despliegue artístico.

Para los que están como yo hace un par de días, lo voy a resumir: son cuatro, Gustavo y Ricardo Cortéz, Juanjo Casals y Nicolás Gonzalez, son de Santa Fé y tocan un poco de reggae fusión con otro poco de rock progresivo. Y aunque predominan las diferencias, lo más comparable que pude encontrar son Los abuelos de la nada.

Su particularidad además de la música, porque Sig Ragga no se contenta con un solo estilo, es su manifestación visual y sonora tanto en el escenario como en Youtube. No existe voz en esta banda, nadie habla, nadie se destaca y todos los integrantes tienen, en alguna canción, un solo final. Sus temas empiezan de una forma y terminan de otra completamente distinta, generan un cambio de paisaje y melodía que te lleva desde las playas de Jamaica a la sabana africana distorsionando en un juego lumínico la percepción del lugar.

Bajo la influencia de una madre artista y una cultura ampliamente desarrollada en base a la literatura, el cine, la música y la pintura, el conjunto de los hermanos Cortéz creó una serie de fusiones que los hace particular en su género, que lejos de aburrir, no para de ser cambiante y melódico todo al mismo tiempo. Cantaron letras que hablan sobre las civilizaciones aborígenes y sus cosechas, la naturaleza, el viento y el amor como lo son “Escalera y Barco”, “Resistencia Indígena”, “Invocación”, “Seres Durmientes”, “Orquesta en descomposición” y “Girasoles” sin dejar de lado su recurso misterioso: la glosolalia.

El show tuvo como banda telonera a Astronave, que abrió el escenario con muchas ganas aunque la gente todavía muy tímida apenas se movía en sus asientos… incluso a Sig Ragga le hicieron falta un par de canciones para que en el Guido Miranda todos se paren y comiencen a bailar, pero una vez que los encapuchados color blanco lograron su objetivo, el recital no paró de recrear una atmósfera ideal de fiesta galáctica.

 

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