La sinceridad es una actitud pasiva que le otorgamos al receptor para que nos tenga en su poder. Estamos atrapados en el silencio de la mega comunicación.
El virus más letal que nos dejaron los noventa fue la disminución del sentimiento genuino. Para algunas personas los sentimientos también tienen valor de cambio. No puedo aprender el lenguaje de la red, sigo necesitando abrazos y palabras para sentirme vivo.
Resumir las letras a emoticones y reírse en silencio mediante un meme se ha convertido en una de las principales vía de comunicación. El alma se esconde detrás de una selfie mientras tus ganas son reguladas por la modernidad, las cartas son solo un mensaje institucional y cualquier cosa que se rompa será remplaza en un futuro cercano por algo similar o distinto, a veces depende de vos.
Hoy pelar una manzana parece ser revolucionario, hay fábricas de discursos por todos lados y nos convencieron de que sin mentira no hay verdad. Estamos atrapados en el silencio de la mega comunicación.
Nadie realiza estadísticas de los decepcionados. Los días, la felicidad, las ganas, los éxitos y los fracasos parecen ser asuntos únicamente del dinero y lo material. Nunca ningún político me propuso hacer algo para que las palabras recobren el sentido, a nadie le importa si necesitas afecto. A lo mejor los inconvenientes que habitan los días no necesariamente tengan que ver con las soluciones terrenales.
La lucha por tus ideales y sentimientos se torna complicada, ya casi no existen lugares sinceros y apostarlo todo siempre es un mal negocio. La sinceridad es una actitud pasiva que le otorgamos al receptor para que nos tenga en su poder. Las urgencias vencen a las ganas, a veces el amor funciona mediante estatutos empresariales y no necesariamente busca ser feliz.
A los que no comulgamos con el mensaje rápido y el perdón atrasado solo nos queda el consuelo saber que moriremos de tristeza por haber sido engañados y no de culpa por hacerle mal a otros.