Murió pese a que todos le decían que no se muera nunca

Un anciano de 107 años decidió reafirmar su autonomía y dejar de existir, pese a la insistencia de sus amigos y conocidos de que no se muera nunca.

Ataúlfo Pérez, un acomodado empresario de más de un siglo de vida, falleció anoche rodeado del cariño y repudio de sus allegados. “Era tan bueno, tan servicial, nos llevaba a todos lados y siempre insistía en pagar él”, comentó Romilda, amiga suya desde los 20. Los años ‘20. 

“Nadie se explica este giro de egoísmo sobre el final de su vida, su generosa vida”, comentó otro amigo, Ernesto, apretando en la mano un puñado de papeles, documentos para un préstamo hipotecario del cual Ataúlfo iba a salirle de garante.

“Quizás era sordo y por eso no nos hizo caso, no nos escuchó”, evaluó Euclides, un primo que vivía con el difunto hace décadas.

“Era una persona increíble, no nos dejaba poner un peso a nosotros. Los mejores restaurantes, las mejores pistas, viajes, regalos. Un ser espléndido”, rememoró su amiga.

No te mueras nunca era más que una expresión, era un deseo auténtico de sus allegados que ahora se ven ante la imprevisibilidad de tener que vivir por sus propios medios.

“Una lástima”, comentó su sobrino y único heredero de la fortuna. “¿Quién tiene hambre? Yo invito”, anunció luego, reviviendo el brillo en los ojos de los demás.

 

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