Llegar primero es ser el ganador, no el mejor. Resignarse a ser solo un participante de la carrera no está mal, pero te quedas en el montón. Lo importante es llegar, la forma en que lo hacemos se llama vivir.
La ciudad está llena de salas de espera con señoras, niños, madres, doctores, farmacéuticos y animadores esperando que pase el próximo tren. Horas antes observe esta situación, ayer también paso algo similar, la semana pasaba me desoriente intentado contabilizar las veces que sucedió. Al tren siempre se lo ve venir vacío, nadie sabe dónde va.
Suspiros de placer interminables que empujan a los sin aliento a llegar a casa. Personas que lloran a causa de la tristeza de ya no sentir, gente desamparada que perdió la esperanza, necios que se dicen felices y algunos oportunistas; todos saquean los bancos intentando encontrar una razón para seguir existiendo.
Las calles están enrarecidas, algunos ríen a carcajadas, otros saltan de lo más alto de un edificio y matan plantas para rendir culto a lo que no es más que su imaginación. Los bares son cada vez más concurridos por ideólogos cobardes que se reúnen una vez a la semana a debatir cómo debería ser el mundo. Gente ilusionada con los pasacalles y personas persiguiendo muñequitos virtuales por el microcentro, la ingenuidad de las urnas y el voto en blanco.
El progresista del futuro vende una ventana para comprar una puerta y la marca de la gaseosa lo posiciona en la escala social. Transitamos la vida históricamente confundidos, filosóficamente ciegos y totalmente convencidos de que somos dueños de la verdad.
Tenemos un guardarropa de personajes que se adaptan a la ocasión, nos moldearon tantas veces que desconocemos nuestra versión original. Perdemos demasiado tiempo en entender al otro mientras el otro se sigue comprando ropa para confundirnos. Cada vez que intentamos ser genuinos nos despertamos desnudos en pleno invierno sin plata para el taxi.
El mundo está lleno de oportunidades truncadas y de interpretaciones erróneas. Los pocos sueños que quedan se mueven de distintas maneras, algunos tienen ruedas, otros gatean. Están los que viajan en avión, los que hacen dedo y los que utilizan el transporte público. Hay sueños apurados, sueños urgentes, algunos irrelevantes, otros postergados. ¿Los tuyos a qué velocidad van?