Por ELLXS
La potencia con la que reaparecen hoy los cuestionamientos al lenguaje es consecuencia de la visibilización de los reclamos al patriarcado y habilita varios interrogantes: ¿La lengua española tiene sesgo machista? ¿Contribuye a profundizar las desigualdades de género o es inocua?.
«Hoy no podemos afirmar categóricamente que el español es un idioma machista. Sin duda, en otras épocas eran los hombres los que trabajaban y las mujeres estaban en el hogar cuidando a sus hijos. Esto se reflejó naturalmente en la lengua, pero los tiempos han cambiado. No obstante, aún hay vestigios de aquellas épocas: ‘la fiscal’, ‘la juez’, ‘la médico'», explica a Télam la presidenta de la Academia Argentina de Letras, Ana María Zorrilla.
«En la Argentina, se prefiere el femenino: ‘la jueza’, ‘la médica’, pero se usa ‘la fiscal’, a pesar de que ya está registrada la palabra ‘fiscala’ Esto ocurre porque así se usó siempre, y no todos saben que el sustantivo ya tiene su femenino. En el siglo XXI, no podemos decir que la lengua contribuye a profundizar las desigualdades de género», subraya la académica.
La escritora y editora Ana Ojeda, autora de «Vikinga Bonsai» -la primera novela escrita en lenguaje inclusivo- cree que estas intervenciones sobre la lengua permiten debatir la matriz patriarcal que los feminismos han instalado con fuerza en la agenda social: «Es una herramienta muy efectiva para plantear estos temas, en efecto, porque resulta muy disruptiva para todes aquelles que no quieren pensar hasta qué punto la minorización de las mujeres es una realidad», alega.
El camino hacia borrar las desigualdades
¿Los avances que se advierten últimamente en la utilización de expresiones con género neutro como «todes» o «chiques» contribuyen a saldar la desigualdad? «Es verdad que la lengua por sí sola no tiene posibilidad de precipitar un cambio en la realidad social y política», explica a Télam el lingüista Santiago Kalinowski.
«Frecuentemente, se intenta descalificar el lenguaje inclusivo citando alguna lenguas, como el guajiro o wayúu, hablada en parte del territorio actual de Colombia y Venezuela, que, en contra de lo que pasa mayoritariamente, tienen como no marcado el femenino en lugar del masculino. Se sostiene, con razón, que eso no logra que la mujer mejore su situación», agrega.
Sin embargo, «una vez que se reconoce que la lengua no modifica la realidad como por arte de magia, también es necesario reconocer que los cambios sociales y políticos que tuvieron origen en distintas vanguardias de la historia (sean revolucionarios de Francia en el siglo XVIII, de Rusia o de Cuba en el XX, o por el voto universal en Argentina) siempre se acompañaron de herramientas discursivas con las que propagar sus ideales y crear consensos acerca de la necesidad de volver realidad ciertas transformaciones», concluye.