Crónica por Ivana Osuna | Foto de Tacuara Martínez
Era sábado y el punto de encuentro fue la Punta San Sebastián, a las 12:30 saldríamos en caravana hacia el Centro de Convenciones Gala, en Resistencia, donde se realizaría la presentación.
Cuando arrancamos el viaje, pude descubrir el primer detalle: había una mística tremenda en el aire, un grupo de mujeres cantaba “vamos a volver” y sacaba por la ventanilla del colectivo una bandera argentina. En el camino, recibíamos bocinazos a favor y en contra de las eufóricas señoras.
Aproximadamente una hora nos tomó llegar al predio, el día estaba nublado y amenazaba lluvia. Sin embargo, a medida que se fue ocupando el espacio, el frío se iba dejando de sentir. Para las 14, nuestro grupo ya estaba acomodado muy cerca de las vallas, a la izquierda del escenario preparado para que la ex Presidenta salga al finalizar la presentación y salude al público que fue a verla. Faltaban dos horas para iniciar y la ansiedad se sentía. Lento, pero seguro, el espacio se fue llenando hasta el tope: no sé contar tanta gente, pero en una charla que tuvimos después con quienes compartimos la experiencia, se habló de 30 mil personas. Número simbólico si los hay.
Ella llegó a las 16, y quienes estábamos del lado izquierdo de las vallas la vimos primero. Vi, un poco en shock y sin entender mucho qué estaba pasando, que su primer reacción cuando se bajó de la camioneta fue acercarse a la gente. Al instante, la frenó un guardia de seguridad y le señaló el camino hacia la sala. En las pantallas, empezó a transmitirse un video que demostraba la relevancia del libro Sinceramente, recogiendo testimonios de adquisidores y también de fabricantes.
Estaba vestida con un pantalón negro y una camisa blanca con detalles verdes y lilas. Pienso que ninguna de las decisiones que toma es al azar, ni siquiera las decisiones sobre ropa, y que esos colores también están transmitiendo un mensaje. Sobre todo el verde. Cristina Fernández de Kirchner se sentó junto a Marcelo Figueras, el escritor que la acompaña en las presentaciones, y observó con una sonrisa pacífica al público, su público, que cantaba “Vamos a volver”. La cámara enfocó a un hombre entre la multitud, con una bandera argentina atada como capa en la espalda, secándose las lágrimas de emoción.
Marcelo inició la presentación utilizando lenguaje inclusivo. Charlaron sobre Belgrano, la importancia de humanizar a los próceres, de Néstor Kirchner, como figura política y como persona. Hubo tiempo también para mencionar a Florencia, su hija, militante feminista; y también una anécdota de una entrevista a su madre, Ofelia, en el cual le preguntan básicamente qué cree ella que le vio Cristina a Néstor como para empezar una relación con él. La respuesta fue: “porque encontró a alguien con quien hablar”. La multitud hizo notar su gratitud cantando “Néstor no se murió, vive en el pueblo”.
En un momento, la cámara enfocó a Domingo Peppo, y la multitud también ahí reaccionó, esta vez con abucheos. No se puede escapar a las internas políticas de un territorio. Sin embargo, Cristina fue contundente: “vamos a prestarle atención al libro por favor” dijo, con una sonrisa que reflejaba la necesidad de evitar discusiones que nada tenían que ver con la presentación que nos convocaba.
Al momento de hablar de feminismo, Cristina tiene el discurso de una persona que vivió otras épocas. Entre otras cosas, dijo que en los años ‘70 y ‘80 no existía el machismo en la política, que las competencias se basaban en la capacidad individual de sobresalir por la inteligencia. Claramente en realidad lo que sucedía era que no tenían las herramientas (ni ella ni la gran mayoría de miembros de la sociedad) para identificar las conductas propias de un sistema patriarcal que claramente sí existía, sólo que no era evidente ni había una lucha por evidenciarlo como en la actualidad. Habló también de cómo Néstor la instó a asumir una carrera política sin importar el qué dirán.
La charla se fue desarrollando mientras Marcelo y ella tocaban varios temas: la dictadura, la crisis energética, los momentos más críticos de su salud, Perón y Evita, Cleopatra, un aborto espontáneo a 6 meses de gestación, y por supuesto también el contexto actual, señalando contundentemente que “los gobiernos no son todos iguales, con algunos la gente comía y con otros la gente no puede comer”. En ese momento, a quien se le escaparon las lágrimas fue a mí, por pensar cuánto pesa en el corazón el hambre y la miseria, la mía y la de muchas otras personas que hoy no llegan a poner el plato en la mesa. “No son todos iguales”, empezaba nuevamente, pero la multitud otra vez interrumpió a la viva voz de “Vamos a volver”.
Néstor buscaba la historia y a Cristina la historia la encontró, lo dijo ella y naturalmente es así. Más allá de de partidos políticos, gobiernos, gestiones y tecnicismos, estamos hablando de eso: historia, la que se escribe todos los días, la que escribe el pueblo.
Cuando salió a saludar a la multitud de personas que la veíamos desde afuera, en las pantallas, dijo: “estoy segura que todos y cada uno de ustedes va a reconocerse en alguna parte del libro, se va a acordar de alguna parte, de la historia, o a lo mejor se sienten parecidos a lo que vivimos Néstor y yo, para los que son pareja. Y quiero decirles que me voy del Chaco con una cosa muy linda que me pasó recién, una nena chaqueña muy linda se subió al escenario y llorando me dijo “yo quiero ser como vos presidenta”. Es el mejor regalo que le puedo hacer a mis compañeras mujeres. Ha sido larga la lucha pero tenemos que seguir adelante chicas, con mucha fuerza todas y todos, juntos. Los quiero mucho. Gracias”.
Las emociones todavía hoy siguen a flor de piel, porque lo sucedido el sábado fue movilizador, esperanzador. Es ahora que debemos elegir de qué lado queremos estar, y la cuenta es muy simple: elegimos el hambre, el ajuste, el desempleo y la miseria, o elegimos educación, cultura, ciencia y tecnología. Elegimos el odio o elegimos el amor. Elegimos ver cómo sucede, o elegimos ser parte. No se trata de un partido de fútbol, se trata de nuestras vidas, las vidas de quienes nacimos en este territorio, en diferentes clases sociales pero con algo en común. Queremos ser mejores. Y para ser mejores, tenemos que ser nosotrxs quien escribamos nuestra propia historia.