Efecto cuarentena: En Barcelona sientan plantas en las butacas de un gran teatro y les tocan música de Puccini

El arte ha sido y es un medio excelente para poner en marcha reflexiones en torno a lo social y político. Y a Eugenio Ampudia no le es ajena esta premisa. “Lo único que me diferencia de los filósofos –dice– es la caligrafía: yo reflexiono y decido cómo contarles a los demás lo que pienso. Ellos lo hacen escribiendo para llegar a cada persona. Y yo trato de establecer comunicaciones muy íntimas, lo que me amplitud y libertad a la hora de contar las cosas”.

Este creador vallisoletano, pintor, escultor, artista visual y conceptual, ha tenido el acierto de involucrar en sus acciones a grandes instituciones del saber y de la arte, lo cual le ha proyectado en los medios de información general: quien no recuerda sus pernoctaciones en el Prado, en la Alhambra o el Palau de la Música, o la quema de bibliotecas como la del Reina Sofía o la de Nacional de Singapur.

Y su último happening, el Concierto del bioceno para plantas en el Liceu que se celebró este lunes y con el que ha querido situar al reino vegetal en un plano de igualdad con la humanidad, confirma su idea del arte como medio para expresar “cosas”. “Soy artista, miro lo que sucede y saco conclusiones estéticas y políticas, y lo cuento a la gente. Creo que el sistema del arte es un sistema perfecto para ello. No tengo envidia a periodistas ni a escritores, porque mi sistema me ayuda a acercarme a las personas”.

“Cuando sucedió la delicada situación que hemos pasado, miré y saqué mis conclusiones. Y una de ellas es la relación con el resto de las especies que habitan el planeta“

Su acción en el Liceu, con 2.292 plantas invitadas a escuchar Crisantemi, de Puccini, durante 6.40 minutos, no ha dejado indiferente. Estos seres vegetales habían viajado con sus macetas desde viveros de la zona, atendiendo el concierto del UceLi Quartet, un formación de músicos de la Simfònica del Liceu.

“Nunca pienso en ser un fenómeno mundial, pienso en cada una de las personas, y en que nos cuidemos entre nosotros.” El de Eugenio Ampudia quiere ser un mensaje político, lógicamente, y también filosófico. “Cuando sucedió la delicada situación que hemos pasado, miré y saqué mis conclusiones. Y una de ellas es la relación con el resto de las especies que habitan el planeta. No solo como observador de sus estrategias sino en un plano de absoluta igualdad, que es lo que tiene que darse”.

El efecto invernadero se hacía notar en el interior del Liceu, con la humedad y el dióxido de carbono que emanaban las más de dos mil plantas allí situadas. Había 500 de más 1,50, 1.200 de más de un metro, y el resto superaba los 50 centímetros. Observándolas había cuatro cámaras y un realizador. Se rodó durante todo el día para producir la que será la pieza artística en sí, que documenta esta acción: cinco fotografías de 2,30 x 1,50 metros y un vídeo “muy experiencial” que se lanzarán en edición limitada de siete ejemplares.

La galería Max Estrella en Madrid, con la que Ampudia lleva 17 años trabajando –“nos hemos metido en muchos líos con Eugenio”, dice su director, Alberto de Juan–, prevé exponer en septiembre y ya tiene compradores. Los patrocinadores del happening son los primeros coleccionistas interesados: la Fundació La Caixa no es la primera vez que adquiere obra de Ampudia y probablemente mostrará esta en concreto en noviembre. Luego están DKV Seguros, Airpharm Logistics, Fundació Lluís Coromina y Cuatrecasas.

Flores Navarro, por su parte, pone las plantas, el traslado y su entrega a los trabajadores de la sanidad del hospital Clínic de Barcelona, que son los depositarios finales de estos seres vegetales, cuya maceta lleva una etiqueta con la firma del artista. “Las dejamos en buenas manos, porque ellos saben mejor que nadie cómo cuidar a los seres vivos”, apunta Ampudia.

Al artista le habría gustado incluir a otros sectores que han estado en primera línea durante la pandemia, como el personal de los supermercados, pero había que ejemplarizar, asegura, y el Clínic cuenta con la vertiente de investigación y de contacto con la Universidad.

Esa mañana de martes todo el equipo de Ampudia fue al Hospital barcelonés para hacer entrega de las plantas. Desde médicos hasta personal de limpieza, todo el mundo ha tenido su ejemplar con la etiqueta y la firma del artista. Y también de la entrada con la butaca numerada que el Liceu había dispensado a cada ejemplar.

Según explica el director artístico del Liceu, Víctor Garcia de Gomar, instigador de todo el happening, la pieza artística incluye la realización de una fotografía con el teatro lleno, pero de altísima resolución, de manera que en un momento dado los abonados puedan identificar qué planta ocupó su butaca.

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La sensibilidad está a flor de piel tras noventa días de encierro y desescalada. Y la pandemia ha evidenciado lo que venía siendo una proclama en favor del reino vegetal en tanto que un ocupante más de este planeta. El filósofo Yuval Noah Harari explica bien por qué el Homo sapiens se hizo con el mundo utilizando la capacidad de abstracción para reunir a grupos más numerosos alrededor de un símbolo o una idea. Paralelamente surgen superventas como La vida secreta de los árboles, en el que el silvicultor Peter Wohlleben atribuye a las plantas la misma capacidad de sentir dolor de los humanos.

Los sanitarios del Clínics se llevan a casa a unos seres vivos que han gozado de la música en el Liceu. Por cierto, ¿por qué este Puccini? “Pues porque el compositor escribió esta pieza al morir Amadeo de Saboya y es casi un réquiem, una mezcla de delicia y melancolía”, cuenta Ampudia. “A las plantas había que contarles algo concreto, lo que habíamos pasado durante este tiempo. Y hacerlo con música, un lenguaje que entienden o al menos les influye. Esta pieza puede transmitir el estado de tristeza a otros seres”, añade el artista, que dice sentirse más cercano a sí mismo y a las demás personas que antes. “Es otra época; si pudiera dejar mi pie quieto durante 15 días y que creciera una enredadera sería delicioso”.

  • Articulo original de “La Vanguardia”
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