Fito Páez tocó en el célebre Carnegie Hall de Nueva York

Fue una noche inolvidable, literalmente”, aseguró Fito Páez visiblemente complacido, dejándose absorber la imagen de un público sobre todo argentino que lo aplaudía desde las gradas de un casi colmado Carnegie Hall, la reputada sala de conciertos neoyorquina. De traje turquesa y botas y corbatas anaranjadas, el músico rosarino recorrió los puntos más altos y populares de su larga carrera y presentó algunas novedades junto a su grupo argentino (Diego Olivero, Juan Absatz, Gastón Baremberg, Juan Agüero y Anita Álvarez de Toledo) y una orquesta local dirigida por Ezequiel Silberstein.

Además de estrenar una pieza instrumental inédita, Fito presentó por primera vez en Nueva York dos temas de su último disco, La ciudad liberada (2017). La romántica “Tu vida, mi vida”, por la cual recibió dos nominaciones a los Grammy latinos, y la diatriba anti-colonial “Islamabad”. Pero el repertorio estuvo dominado por una mirada retrospectiva, con Fito muchas veces contando las anécdotas detrás de sus canciones más famosas. “Esta canción envejeció mucho mejor que yo, lo cual no es un gran mérito”, bromeó el cantante, antes de evocar la vez que compuso “Tumbas de la Gloria” en París con una guitarra con dos cuerdas, y lanzarse a una versión de aquel clásico imponente.

En las canciones más aceleradas o rockeras (“El chico de la tapa”, “Tema de Piluso”, “Ciudad de pobres corazones”), la orquesta funcionó como un colchón sonoro, o para acentuar arreglos ya existentes en los discos. Pero los arreglos orquestales se destacaron aún más en los temas con ritmos más complejos o tradiciones más eclécticas, como las interpretaciones de “Parte del aire” y “Giros”, en la que las descargas repentinas de cuerdas contrariadas recordaron a “Construçao”, el clásico de Chico Buarque versionado alguna vez por Páez.

Para el tramo final, gracias a las melodías familiares y el encanto fácil de Fito, el público había dejado atrás la formalidad de la soberbia sala de conciertos, y abandonó sus asientos para bailar con versiones de “Ciudad de pobres corazones”, “A rodar la vida” y “Mariposa tecknicolor”, e incluso algunos se acercaron al escenario a darle la mano al cantante, y hasta entregarle dos camisetas de clubes de fútbol -la de Rosario Central, club del cual es hincha, y la del local New York City FC-. Como cierre, el cantante y su grupo argentino, ya sin la orquesta, tocaron una despojada de “Dar es dar” y se unieron al público en una versión a capella y fogonera de algunos segmentos de “Dale alegría a mi corazón”.

 

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