Los peligros del fanatismo religioso

El pasado lunes un grupo de fanáticxs religiosxs destruyó una muestra artística exhibida en el rectorado de la Universidad Nacional de Cuyo. La Iglesia católica mendocina repudió ese accionar, pero anteriormente categorizó la muestra como “una ofensa al cristianismo”.

El avance de los sectores religiosos y antiderechos en los últimos años ha sido exponencial. La aprobación de la ley 27.610 que regula el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo y a la atención postaborto, es un buen ejemplo.

Tras la sanción de la normativa, los sectores conservadores se han ido unificando. En todos estos grupos un factor es común, la religiosidad guía sus actividades. 

Pablo Gudiño Bessone, investigador del CONICET, expone que “el avance de los autodenominados grupos “pro-vida”, permite dar cuenta de la reacción que llevan adelante los sectores religiosos conservadores toda vez que se pone en discusión una defensa de la sexualidad vinculada al placer, a la autodeterminación del propio cuerpo, y separada del mandato de la maternidad y la procreación”.

Estos grupos se han replicado en toda Latinoamérica, lo que ha motivado a que quienes pertenecen a ellos consideren que sus prácticas e ideales son correctos, ya que descubren cierta validación en otros países. 

La peligrosidad de los sectores anti derechos y altamente conservadores,  deviene de un fanatismo religioso en el cual encuentra una justificación a su accionar. 

De esta forma, consideran que romper una muestra artística en un espacio público tras rezar un rosario, es un hecho que validaría Dios para “proteger su nombre”

La muestra

“8M Manifiestos Visuales” se denominaba la muestra creada por docentes, estudiantes y egresadxs de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo).

En el marco del Día Internacional de la Mujer el objetivo de la muestra era contribuir al establecimiento de una mirada reflexiva, desde el arte sobre la sociedad patriarcal.

Las obras incluían fotografías de mujeres desnudas, esculturas de vulvas y algunas que emulaban imágenes religiosas, de aquí la reacción de sectores conservadores. 

Una de las obras representaba a una mujer crucificada que tenía el cuerpo desnudo y la cara de un animal. Fue la primera pieza destrozada. 

Obra de Cristina Pérez

Otra obra cuestionada fue una pieza que en forma de clítoris, emulaba a la Virgen. Cristina Pérez, creadora de la misma, explicó a la prensa que buscaba vincular cómo la genitalidad se representa como dadora de vida, en consonancia con la figura religiosa de la mujer. 

El pasado lunes un grupo de aproximadamente 30 personas ingresó al hall del rectorado donde la muestra era exhibida. Tras culminar el rezo del rosario católico, destrozaron las obras. 

Las personas encargadas de cuidar las piezas se encontraban desconcertadas ante la violenta situación y pedían que por favor no rompan las instalaciones. 

Tras ser desalojadxs del lugar, el grupo se fue gritando “Viva Cristo Rey” y “Viva la Virgen”.

La Iglesia católica de Mendoza

La institución mendocina repudió la destrucción de la muestra y el accionar violento. Sin embargo, cuando fue inaugurada su discurso no fue conciliador. 

En un primer momento la Arquidiócesis de Mendoza sostuvo que las obras ejercían violencia simbólica y que se debía “cuidar la convivencia democrática”.

Desconcertante que la institución utilice esa frase en el mes por la memoria, cuando con su accionar durante la última cívico-militar, apoyó la desaparición de la democracia. 

Desde la Iglesia manifestaron que las piezas herían “gravemente nuestras convicciones religiosas. La muestra produce tristeza e indignación”. 

Y en un comunicado agregaron que “Pensamos que la Universidad tiene que ser un espacio abierto y plural donde, como en un verdadero ‘laboratorio cultural’ al decir del papa Francisco, se ejercite la gramática del diálogo que geste una verdadera cultura del encuentro”.

Las Universidades son laicas y autónomas desde hace décadas, la libertad de expresiones en muestras como este caso, realizadas a través de curadurías para determinar la consonancia de obras expuestas, es un factor que le otorga excelencia a las altas casas de estudio. 

El hecho de querer imponer la forma de pensar de sectores religiosos en espacios laicos, es otro ejemplo del avance que sectores anti derechos y “pro-vida” desean realizar en la sociedad. 

“La gramática del diálogo” se ejercita fomentando la libertad de pensamiento, la capacidad de discernimiento y el respeto por todas las creencias y el trabajo del otrx. 

Descargo de artistas

El curador de la muestra, Sergio Rosas, en diálogo con la prensa explicó que las obras deben observarse en conjunto y a la par, recordar que el arte cumple también funciones pedagógicas. 

En este sentido, recalcó que se tomaron elementos de experiencias sociales y contemporáneas que resignifican las obras, cuya intención jamás fue ofender a ninguna religión. 

Por su parte, Cristina Pérez, la creadora de la primera pieza destrozada, tenía como objetivo representar a la mujer y su rol en la sociedad. 

La obra se denominaba “El velorio de la cruz” y pertenecía a la serie “La cruz, el cuerpo y el rito”. Esta serie tiene más de 20 años de antigüedad, ya que se fue conformando mediante la artista adquiría más conocimiento sobre la simbología religiosa. 

Ella pretendía demostrar la crucifixión femenina y cómo ésta ha sido influenciada por la Iglesia católica, a través del discurso y el comportamiento femenino de la humanidad. 

Este accionar no es aislado y conforma la escalada de violencia que en los últimos años sectores religiosos y denominados “pro-vida” han gestado con actividades y discursos de odio, sobre todo en las redes sociales. 

Las obras de arte tienen un trasfondo y un sentido de creación, cuya comprensión es fácil si se escucha la palabra de artistas que las crearon. El fanatismo religioso nubla la mente y la cierra a la diversidad de voces. 

Sería bueno que de la misma forma en la que un grupo ligado a sectores católicos se unió para repudiar algo que consideraba ofensivo, se una para expulsar a curas denunciados por pederastia o a quienes verdaderamente con su accionar y discurso de odio, indignan a “la palabra de Dios”.

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