Nota de Meli Echeverria
En esta dimensión extraña que nació durante la campaña presidencial de LLA (que fue en sí una campaña de odio y no de propuestas), las opiniones disidentes y la preocupación pública por la actualidad del país parecen ser una sentencia al acoso y hostigamiento virtual para cualquiera pero más para figuras que, dentro de su derecho y con mucho respeto, se posicionan públicamente.
Hace semanas se viene discutiendo en redes el rol de los artistas y sus opiniones sobre la actualidad sociopolítica de nuestro país, especialmente hoy cuando la brecha crece todos los días. Vemos más figuras dudar y ser ambiguas qué las que vemos bancarse y esclarecer sus ideales y valores. Muchos plantean que no es necesario que un artista exprese sus ideas en cuanto a una actualidad que atenta el desarrollo de la cultura local, personalmente pienso que el arte es arte porque te hace sentir cosas y para eso tiene que tener un valor humano, estar necesariamente impregnado de la humanidad del artista, de los valores e ideales de este. Hay artistas como hay personas en el mundo, no todos y cada uno va a coincidir con nuestras ideas y valores, podemos elegir del montón.
No voy a diferenciar entre artista y “producto” porque a Emilia Mernes ya se le dio odio y espacio demás en las redes, pero sí me gustaría reafirmar (una vez más) que el tío Ben tenía razón: todo poder conlleva una gran responsabilidad. El “poder” que te da el público no es solo el poder económico ni el de manejar masas, es el poder de la representatividad. Representan lo que sus fans son y sus fans representan lo que son como artistas. Somos libres para elegir que queremos que nos represente, en todo aspecto.
Volviendo al señor “Niley” y su obsesión con Lali Esposito… es entendible ¿no? Por algo miles de sus fans están un poco obsesionados con ella, al fin de cuentas es la cantante la que llena estadios. Pueden no gustar de ella como artista, pueden no opinar igual que ella o sus fans en miles de cosas, pero el hostigamiento y la violencia institucional con la que UN PRESIDENTE (literal con todo el poder del estado a sus manos) se dirige a una artista nacional debería como mínimo activar una alarma, una banderita roja, ALGO.
El gran objetivo no es intimidar a Lali, no se confundan, el gran plan es hacerle tener miedo al resto, es dejar muy claro que el silencio es lo que te va a hacer “zafar”, la persona más calladita, a la que menos le interesa dar su opinión es la que va a salir airosa. Porque opinar y defender tus creencias (y en este caso tu ideal de país) solo te trae puteadas de miles de personas sin rostros y hostigamiento del mismísimo presidente de la nación.
Me pregunto si estas escenas que tienen como protagonista al Presidente son solo una suma de distracciones, para que nos olvidemos que en Marzo no van a arrancar las clases porque este gobierno está lentamente desfinanciando la educación pública; para que nos olvidemos que los comedores en los barrios siguen sin recibir alimentos; para que nos olvidemos que retiraron todo el aporte al Garrahan; para que nos olvidemos que quitaron todos los medicamentos para los pacientes oncológicos. Me pregunto si el Presidente de la nación se sienta a tuitear cosas contra Lali Esposito mientras hoy niños mueren (de hambre o por una enfermedad no tratada) con el objetivo de distraer o simplemente ese es su nivel de interés.
Llaman al silencio usando el miedo porque les tiemblan las piernas al pensar en el poder representativo que tiene el arte en este país. Le tiene miedo a Lali Esposito porque este submundo paralelo que crearon está prendido con un alambre, cuelga de la fantasía que ellos inventaron, tan frágil que puede romperse con un simple llamado a razonar, con la valentía de unos artistas, con un par de canciones y algunos tuits. Le tienen miedo a Lali, a Dillom, a Matias Recalt y a muchos otros porque a ellos los quieren por lo que representan, por su arte y sus valores. Este gobierno tiene cada vez menos representación, ni un solo valor y ni puta idea qué es arte.
