Sino hay justicia, hay escrache

“Sino hay justicia, hay escrache”, gritaban manifestantes frente al Tribunal Oral Penal. Gustavo Acevedo fue condenado a sólo seis años de prisión por abusar de sus tres hijas menores. La crónica del dolor. 

El lunes a la mañana amaneció con bajas temperaturas, como si el frío anticipara lo que estaría por acontecer. 

A las 8:00 hs. Gustavo Acevedo estaba citado para escuchar el veredicto en el juicio que atravesaba por abusar de sus tres hijas menores. 

Llegó acompañado de familiares y en libertad, como atravesó todo el proceso. A pesar de que vive a ocho cuadras de la casa de las sobrevivientes. 

Afuera del Tribunal, ubicado en calle Plácido Martínez al 1054, la mañana se empezaba a teñir de rojo. 

Sucede que es el color designado para la Campaña Nacional contra los Abusos Sexuales en Infancias y Adolescencias y los pedidos de la no prescripción de estas causas. 

La noche anterior la madre de las menores pedía a la ciudadanía que la acompañe en la lectura del veredicto y que lleve algo rojo.

Lo primero que encontraron la familia sobreviviente y sus amistades que acompañaron todo el proceso, fueron vallas. 

Como si la familia fuera la que cometió el delito, como si quienes acompañaban el pedido de justicia fueran delincuentes. 

Se cuidaba más el edificio público y a Acevedo, que a la familia sobreviviente que hace cinco años acompaña a tres niñas. 

Gustavo Acevedo

Un proceso en el que la misma familia tuvo que marchar para que no se les suspendan las sesiones psicológicas a las menores, ya que la obra social era abonada por el progenitor. 

Las sobrevivientes atravesaron intentos de suicidios, por la gravedad de lo que implicó para ellas el abuso. También tienen terrores nocturnos. 

Y en lugar de encontrarse con la libertad de manifestar, de gritar justicia y de cantar en colectiva lo que se sentía, había vallas que pretendían detener los pedidos de justicia. 

Como tantas veces que la familia ha sorteado miles de trabas judiciales, esta vez les tocó a las vallas y se tiñeron de rojo. 

Poco a poco en cada una fueron colocando las inmensas banderas rojas escritas en letras blancas con la frase “Yo sí te creo”. 

De a poquito fueron llegando más personas, con globos rojos, pañuelos de ese color y hasta indumentaria a tono para exigir justicia. 

Ph: Teresita Paz Roca

Mientras el Tribunal Oral Penal n*2 a cargo del juez Juan José Cochia y los vocales Román Esquivel y Ariel Azcona deliberaban el veredicto, en la calle el grito de justicia era fortísimo. 

Cuando se sumaron a la convocatoria las organizaciones sociales y feministas, se pudieron observar varios carteles.

“Los niños no se tocan”, “El abuso sexual es un crimen, ignorarlo también”, “Acevedo Gustavo las niñas no mienten”, “Pena máxima para abusadores”, rezaban algunos carteles. 

Con la gran convocatoria y la exposición en los medios de comunicación de la violencia con la que se maneja el acusado, a medida que pasa el tiempo iba en aumento la expectativa por una condena alta. 

Sucede que la semana pasada en las afueras del Tribunal y tras finalizar la audiencia de alegatos, Acevedo y su familia insultaron verbal y gestualmente a la familia sobreviviente.

Alrededor de las 9:15 hs. se conocía la sentencia: condena a seis años por el abuso a sus tres hijas menores. 

La baja condena no sólo era una burla para la familia de parte del Tribunal. Encima el ahora condenado no obtuvo prisión inmediata. 

Salió en libertad e incluso fue trasladado por una Unidad del Servicio Penitenciario bajo custodia. 

La contracara de la situación era la madre de las sobrevivientes llorando de bronca, dolor e impotencia. 

Seis años por el abuso a tres menores. Haciendo un cálculo rápido se obtiene el resultado de dos años por cada sobreviviente. ¿Eso es justicia?

¿Qué hace la ciudadanía con un condenado a sólo seis años de prisión por el abuso de tres menores? Y que encima goza de libertad. 

¿Te gustaría comprar en el mismo supermercado que un pedófilo con condena? ¿Compartirías una sala de cine con un abusador de menores? ¿Viajarías en el mismo colectivo?

¿Le venderías algún producto? ¿Te quedarías con tus hijxs en la misma plaza que él está? ¿Qué nos asegura que no volverá a cometer el mismo delito?

¿El Tribunal habrá tenido en consideración todas estas preguntas? ¿Quién nos cuida de futuros casos similares?

La respuesta sería la Justicia. Sin embargo, lo que menos hace es cuidar no sólo a la población de pedófilos como Acevedo, ya que tampoco protegió a tres niñas que confiaron en Cochia, Esquivel y Azcona. 

“Sino hay justicia, hay escrache”, repetían a gritos manifestantes.  Analicemos la frase. 

Una madre escucha cómo su hija le relata el abuso de su progenitor. Va a la comisaría y hace la denuncia. 

Madre de las sobrevivientes

Pasan los meses y otra hija manifiesta atravesar los mismos abusos por parte de la misma persona. La madre va a la comisaría nuevamente y radica otra denuncia. 

Ella y las menores confían en la Justicia. Esperan años la elevación a juicio de la causa. 

Llega el juicio y se aplaza tres veces el veredicto. La madre se fortalece con la lucha colectiva y espera una sentencia justa. 

Y finalmente la condena es una burla para ella y sus hijas. ¿Cómo no puede haber justicia en un caso de esta magnitud?

La familia sobreviviente realizó todos los pasos judiciales correspondientes y esperó confiada en el Tribunal. 

¿Qué más pueden hacer? ¿Quieren que acampemos frente a la casa del condenado, que nos convoquemos en domicilios de autoridades judiciales?

Pues si es necesario, se hará. “Sino hay justicia, hay escrache”. Basta de sentencias que se burlen de sobrevivientes. 

Ph: Teresita Paz Roca
Créditos del video: Miguel Nicolini, referente Fueza Transfeminista Correntina
Créditos portada: Teresita Paz Roca, docente transfeminista
0 Shares:
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

You May Also Like