Úrsula Bahillo: “Si no vuelvo, rompan todo”

Se cumplen dos años del femicidio de Úrsula Bahillo. Por el crimen fue condenado a perpetua su pareja, el ex policía Matías Martínez. 

Por Tatiana Ledesma Flores

«Amiga, te quiero contar algo”. Así empiezan los mensajes en Whats App o las charlas en un lugar. 

“Amiga, confío en vos. Amiga, necesito que me ayudes. Amiga, me va a matar”. 

Contar que se atraviesa un círculo de violencia no es fácil. En la mayoría de los casos el agresor amenaza a su víctima, para que tema denunciar. 

Matías Martínez había amenazado a Úrsula Bahillo con asesinar a su padre, si denunciaba la forma en la que él la agredía. 

“Me tiene amenazada de muerte. Por eso tengo miedo”, le escribió Úrsula a una amiga.

“7 meses. Me pegó. Me callé siempre. Hasta que me vi muerta. Por eso lo denuncie”, le continuó contando. 

Dieciocho denuncias recibió el ex policía Matías Martínez. El día del femicidio, le impusieron a Martínez la perimetral.

¿Quién nos cuida de la policía?

El femicida Matías Martinez

En diciembre del año pasado el Tribunal Oral en lo Criminal nº 1 de Junín condenó a cadena perpetua a Martínez por «homicidio doblemente agravado por el vínculo, por alevosía y por femicidio».

El problema deviene en que el condenado ya contaba con una licencia psiquiátrica. ¿Cómo pueden estas personas que pertenecen a las fuerzas de seguridad, no contar con un seguimiento?

Las denunciantes sí tienen que vivir todo el día cuidadas por su familia y amiguxs, ya que las perimetrales y botones antipánico no son efectivos, mientras que sus agresores viven libres sin ningún tipo de seguimiento. 

La gravedad aumenta cuando los denunciados tienen licencia para portar armas, la conveniencia de pares para lograr impunidad y la libertad para vivir, aún contando con licencia psiquiátrica. 

¿Cómo puede ser que en el ingreso a las fuerzas de seguridad, no existan protocolos que permitan identificar correctamente a quienes sí están en condiciones de realizar estas tareas y portar armas?

No nos cuida la policía, porque las 18 denuncias no fueron necesarias para salvar a Úrsula. No nos cuida tampoco el Estado, que libra a su suerte a sobrevivientes ante los denunciados.

Nos cuidan las amigas, esas a las que les confiamos lo que pasamos. Esa manada que se gesta buscando justicia codo a codo con una. 

Rompan todo

Úrsula con su mamá

Encima que el dolor quema, hay que aguantar que algún desinformadx emita su típico comentario de “estas no son las formas”. 

¿Y cuales son las formas? ¿Denunciar y esperar la inacción judicial, policial y estatal? ¿Esperar a llorar a una más?

“Si no vuelvo, rompan todo” fue el último mensaje que escribió Úrsula en su cuenta de Twitter. 

“La refacción de los lugares dañados nos cuesta a todos, se pagan con los impuestos”, dicen otrxs.

Cuando se gastan impuestos en refacciones innecesarias, en eventos que no dejan ganancias y se desvían fondos que no se invierten en salud y educación, no se escuchan quejas. 

Cuando bajan las arcas municipales, las obras se realizan con sobreprecio y el costo de los servicios se triplica, ahí hay silencio. 

Cuando se rompe todo porque murió una joven de 18 años víctima de un policía, apañado por su familiar policía y que había denunciado 18 veces a su agresor, ahí sí se cuestiona. 

Bueno, “disculpen las molestias, pero nos están matando”. Romperemos todo, todo lo que sea necesario, para que haya justicia. Para que no existan más casos como el Úrsula, Lucía Pérez, Araceli Fuelles, Irina López, Tamara Salazar, Sandra Silguero y tantas más.

Vamos a romper todo, hasta que cambie todo este maldito sistema que está mal.

VIVAS NOS QUEREMOS.

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