Juicio a la VII Brigada: la última testimonial conmovió a presentes en la audiencia

Guadalupe Arqueros tenía apenas días de vida cuando fue privada de su libertad junto a su madre. Ella fue la última testimonial del juicio y su declaración emocionó a presentes en la sala de audiencias. 

Desde principios de agosto Corrientes vive uno de los juicios más importantes en materia de mantener viva la memoria colectiva y exigir justicia por los crímenes de lesa humanidad, cometidos durante la última dictadura cívico-militar. 

El juicio de la causa conocida como Séptima Brigada, cuya carátula es “Mechulan, José Emilio y otros” juzga a diez represores por crímenes contra 104 víctimas, por delitos de detención y desaparición forzada y nacimientos en cautiverio. 

Los imputados son Pedro Armando Alarcón, José Emilio Mechulán, Abelardo Palma, Eduardo Antonio Cardoso, Abelardo Carlos De la Vega, Raúl Horacio Harsich, Alfredo Carlos Farmache, Juan Carlos De Marchi, Horacio Losito y Raúl Alfredo Reynoso. 

Acorde a los datos recabados por organismos de derechos humanos y relatos de sobrevivientes, estas personas realizaban tareas en la subzona Corrientes del Área militar 231, con poder de decisión sobre la planificación represiva.

Los centros de exterminio que se evidencian en este juicio son la Jefatura de Policía y el ex Regimiento de Infantería n*9, ubicado sobre la av. 3 de abril casi esquina costanera, en el que en la actualidad funciona el Espacio de Memoria RI9. 

En ese sentido, desde el Espacio calificaron al juicio como “el más importante de la historia correntina” y por ende, presencia cada audiencia acompañando sobre todo, las declaraciones de los sobrevivientes. 

La Brigada de Infantería VII tenía asiento en la capital correntina, en la intersección de las calles Córdoba e Irigoyen, y ejercía jurisdicción en lo que se conocía como sub zona 23, dependiente de la zona 2da. 

Era dirigida por el Comandante del Segundo Cuerpo de Ejército y abarcaba los departamentos de San Cosme, San Luis del Palmar, Empedrado, Saladas, Bella Vista, Lavalle, Goya y Esquina de la provincia de Corrientes. 

A la par, también tenía jurisdicción sobre las provincias de Misiones, Chaco y Formosa. Por consecuencia, al abarcar tanto territorio el juidio es considerado de los más importantes también para la región 

Específicamente sobre los hechos denunciados se juzga privación ilegítima de libertad agravada y tormentos, lo que implica secuestro, alojamiento en centros clandestinos y torturas. 

Además, ocho casos de personas que aún revisten el carácter de desaparecidas, dos homicidios y dos nacimientos en cautiverio.

Cabe destacar que la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación ejerce como querellante en la causa. En total, el organismo nacional reviste tal figura en dos de cada tres juicios, de los quince por delitos de lesa humanidad que se están desarrollando en este momento en todo el país. 

El Tribunal Oral Federal (TOF) es el encargado de la causa, ubicado en calle Carlos Pellegrini al 971. Éste está integrado por Juan Manuel Iglesias, Eduardo Belforte y Fermín Ceroleni.

Por parte del Ministerio Público Fiscal está designado el fiscal federal Flavio Ferrini, quien es acompañado por los auxiliares fiscales Juan Pedro Resoagli y Diego Vigay.

La Jefatura de Policía

La mañana del miércoles 27 de septiembre no tenía una clásica temperatura primaveral, característica de esta época en el norte del país. A las 9:00 hs. hacía frío y algunas nubes de a momentos ocultaban el Sol, como acompañando lo que estaba por ocurrir. 

A esa hora estaba pactado el inicio de una inspección ocular en la Jefatura de Policía, ubicada en calle Quintana al 853. Era el lugar en el que iniciaba una nueva jornada por el juicio a la VII Brigada.

Al establecimiento llegaron la querella, la Fiscalía, la defensa y trabajadores del TOF, junto a integrantes de la Gendarmería Nacional, que acompañarían la inspección y realizarían sus propios registros de la actividad. 

Inspección en el ala derecha de la ex-alcaldía
Inspección en el ala derecha de la ex-alcaldía

Alrededor de las 9:11 hs. presentes ingresaron a la Jefatura e inició la inspección, siempre bajo mirada rigurosa de representantes de Gendarmería.

Se destaca este punto porque más allá de las mediciones del lugar que realizaba un equipo pericial de la fuerza nacional, había un oficial que filmaba a presentes durante la inspección, siguiéndoles de frente y registrando todo lo que se decía y hacía. 

Más allá de que Gendarmería considere necesario este tipo de registro y entendiendo la magnitud del caso, la actitud y la situación justamente en un juicio por delitos de lesa humanidad, no pasaba desapercibida y desde una mirada externa a la situación, hasta incomodaba. 

La inspección inició en el patio central de la Jefatura, para luego realizarse en la parte posterior del patio de la ex-alcaldía y a continuación, hacia el área derecha de la misma, donde se encuentra una zona en remodelación.

Es importante mencionar que acompañaron la actividad personas que estuvieron detenidas clandestinamente en el lugar y que con su relato, iban guiando lugares claves en la inspección, sobre todo en la reconstrucción de la forma en la que eran ingresadxs y trasladadxs a zonas específicas del edificio. 

Tras una hora de recorrido por el lugar, culminó la inspección y las partes se dirigieron hacia el TOF, ya que allí continuaría la jornada con las últimas dos testimoniales del juicio. 

Las últimas testimoniales

La décima audiencia estaba pactada para las 11:00 hs, pero inició alrededor de veinte minutos después. Parte de la defensa fue la primera en llegar a la sala.

Arribaron al lugar luego representantes del Espacio de Memoria RI9, seguidxs por sobrevivientes de la última dictadura cívico-militar y finalmente la querella junto a la Fiscalía. 

Abelardo Palma, represor que está siendo juzgado, estaba sentado atrás de la defensa leyendo parsimoniosamente un diario, en una situación de tranquilidad que se vería interrumpida con la primera testimonial de la jornada. 

Sin embargo, antes de iniciar la audiencia tenía una actitud serena, de plena comodidad en su asiento, girando hacia su izquierda, su brazo se apoyaba en otro asiento mientras el brazo derecho quedaba en el aire. 

Se lo veía muy interesado en los artículos que la edición impresa del día de El Litoral, le ofrecía. Lo ojeó casi completo y lo cerró minutos antes del ingreso del Tribunal, para intercambiar palabras con la defensa. 

Palma (fondo) con parte de la defensa

Aproximadamente a las 11:20 hs. se ubicó el Tribunal en la sala y llamarón al primer testigo de la jornada. Julio Martín Molina tiene 75 años y trabaja con un carrito andante en la localidad de Itatí. 

Fue un testigo propuesto por la defensa para determinar lo que ocurrió el 5 de septiembre de 1976. Para la fecha él estaba como integrante de un equipo de guardia junto al gendarme Ramón Olivetti, ambos al servicio de Palma. 

Cuando comenzó su relato el acusado enderezó su postura y apoyó su brazo izquierdo sobre su pierna izquierda, mientras balanceaba el diario doblado como tubo con su mano derecha entre sus piernas, como marcando el tiempo. 

El testigo explicó que la noche de esa fecha se acercaron a la cancha del club Huracán, porque habían recibido el dato que había una persona con una gorra puesta y una bolsa negra en la mano, merodeando las inmediaciones del estadio. 

El objetivo era identificarlo y por ende, Palma se acercó a la persona, quien acorde al relato de Molina, se abalanzó sobre el primero sin mediar palabra. 

Se produjo un forcejeo, cayeron Palma y la persona sin identificar al piso y se escuchó un disparo. Entonces subieron a la persona herida al patrullero y se dirigieron hacia el hospital Vidal. 

En el trayecto al centro de salud, relató Molina que la persona le sustrajo el arma al conductor del vehículo y apretó el gatillo, pero el tiro no salió porque no había bala en la recámara. 

Tras este hecho dejaron a la persona afuera del hospital y continuaron su jornada de guardia. Esta fue toda la reconstrucción del testigo, de lo que recuerda que ocurrió esa noche. 

Con este tipo de testimonio la querella realizó una serie de preguntas, como por ejemplo si el hecho quedó registrado en un lugar o lo manifestaron en algún documento. 

Ante la respuesta negativa del testigo y de no acordarse el procedimiento establecido para hechos similares en la época, Palma comenzó a ponerse nervioso. 

Ya no tenía esa actitud relajada o distendida. Se sentó más derecho aún y alzó más la cabeza, como buscando una mejor vista del testigo que tenía él de frente y observaba su perfil derecho. 

Sus piernas se ubicaron en la misma posición y ya con ambas manos sujetaba el diario, mientras las movía de arriba hacia abajo, se notaba un leve temblor en ellas. 

La querella entonces preguntó al testigo si tenía conocimiento de detenciones forzadas o desapariciones de personas, y el temblor de Palma aumentó. 

Cuando Molina respondió que esa pregunta no correspondía y la defensa explicó al Tribunal que el testigo ya manifestó que no podía responderla, le devolvieron su DNI y salió de la sala. 

Entonces un integrante de la defensa dio la vuelta en su asiento y le dijo a Palma: “bien”, como avalando que de alguna u otra forma el relato lo podría beneficiar. 

Nadie esperaba que la última testimonial sería tan fuerte, que conmocionaría a presentes en la sala. 

La niña testigo del horror

Llamaron a Guadalupe Arqueros a la sala y la licenciada en Filosofía de 47 años ingresó acompañada de una psicóloga, por la magnitud de su testimonio. 

Se sentó frente al micrófono y la profesional le mostró que en la mesa tenía un vaso de agua y pañuelitos, en caso de que los necesitase o precise detener su relato. 

La testigo propuesta por la Fiscalía explicó que nació 24 de marzo de 1976, como si el mismo destino le señalaría que daría vida al testimonio que cerraría la ronda de testigxs en el juicio más importante de la provincia. 

La hija de Judith Caso y Joaquín Arqueros fue detenida clandestinamente junto a su madre, teniendo apenas 12 días de vida. Personas vestidas de civil las secuestraron de la casa de su abuela materna. 

En una primera instancia fueron llevadas al ex Regimiento 9, ubicado en la intersección de la costanera y la avenida 3 de abril. En ese lugar Guadalupe relató que amenazaban a su madre con torturarla a ella y quebró en llanto ante el Tribunal. 

Al ser tan pequeña a la fecha no tiene recuerdos del momento, sino de la reconstrucción que fue haciendo a lo largo de los años. Sí recuerda olores y colores del segundo lugar en el que estuvieron detenidas clandestinamente, el Instituto Pelletier. 

Judith Casco (derecha)

El 20 de agosto de ese año las trasladaron al Pelletier, lugar del cual sus abuelas consiguieron permiso para llevarla algunos fines de semana a que la atienda un médico. 

Por ser una bebé de días que no recibió las atenciones correspondientes para su edad y sumado al hecho de las condiciones de vida de clandestinidad forzada que llevaba, desarrolló una otitis que no fue tratada a tiempo, por ende es crónica a la actualidad. 

Tras estar en la institución un par de meses, Guadalupe explicó que trasladan a su madre a la cárcel de Devoto en la capital del país y ella quedó al cuidado de sus abuelas, yendo a verla a la unidad penal por entre tres o cuatro años. 

Recordó que en la situación evidenciaba mucha tensión y percibía mucho nerviosismo, no sólo del entorno, sino también de sus abuelas antes del ingreso a la cárcel, ya que tenía que pasar ella sola un cacheo físico. 

Si bien nunca la palparon, la situación y la vulnerabilidad de una niña en un contexto carcelario en plena dictadura, es un recuerdo doloroso porque describe también parte de la violencia y las violaciones a los derechos humanos que se vivieron esos años. 

Guadalupe relató sus visitas a la cárcel con las manos detrás de su espalda, erguida, agarraba al hueco de la parte de abajo del respaldo de la silla con ambas manos y con fuerza. 

Para esa parte de su testimonial, presentes ya lloraban conmovidos por su historia y otrxs tenían el llanto contenido. El silencio en la sala era total, nadie se movía, era como si el mismo tiempo se hubiera detenido respetuoso, por tan fuerte relato. 

Guadalupe recordó que veía en Devoto a su mamá a través de un vidrio y que en esas situaciones sentía que el estómago le quemaba, lo que años después pudo identificar como acidez estomacal. 

En 1982 Judith y Guadalupe se reencontraron ya fuera de las detenciones clandestinas, ella ya tenía seis años. Los primeros años de su vida tuvo que ir a ver a su madre a una cárcel en otra provincia, mientras como niña también preguntaba a sus abuelas por qué sus compañeras tenían un padre y ella no. 

Joaquín Arqueros a la fecha aún reviste la situación de desaparecido. “Mientras haya personas que estuvieron implicadas en esos hechos, puede haber información sobre eso”, manifestó Guadalupe ante el Tribunal. 

No quiso dejar de mencionar que las cartas que recibía de su mamá tenían un sello que decía: “censurado”. “Es muy importante para nosotros venir o declarar”, concluyó su testimonial. 

Guadalupe salió de la sala entre las lágrimas que brotó durante su testimonio, el llanto contenido en su relato y un leve esbozo de sonrisa cuando su mamá le pasó primero la mano para decirle acá estoy y luego la abrazó. 

Esa pequeña sonrisa transmitía por un lado, la alegría de poder contar su historia durante un juicio en el que represores son juzgados. Por otro, la posibilidad de buscar justicia por su padre y exigir nuevamente que la Justicia investigue dónde están lxs 30.400 desaparecidxs que aún siguen sin encontrarse. 

También era una forma de victoria, como diciendo “lo logré”. En todo el relato se veía a una Guadalupe de 47 años, pero se escuchaba a una niña que vivió un horror inimaginable y que con el correr de los años, pudo encontrarle palabras a todo lo que para esa edad era desconocido. 

La testimonial de Guadalupe cerró la ronda prevista para el juicio de una manera jamás pensada, su historia nunca será olvidada, su fuerza al momento de relatar acompañada de su emoción, la conmoción de oyentes en la sala y el silencio que reinaba en el lugar. 

Hasta el mismo Tribunal le agradeció que haya podido brindar su relato para el juicio. Tras la salida de Guadalupe y su familia que la acompañaba de la sala, el Tribunal decidió las fechas para los alegatos. 

La querella junto a la Fiscalía alegrarán el lunes 2, mientras que los días 4, 5 y 6 lo hará la defensa, dividida acorde a quienes representan. 

Cabe destacar que el juicio es oral y público, cualquier ciudadanx puede presenciarlo presentando su DNI como acreditación en el TOF. 

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