Por Ramón Oro
¿QUÉ ONDA? ¿DE DÓNDE SOS?
Las críticas recientes sobre las aplicaciones de citas hablan de la disponibilidad del amor como productos en góndola, también las comparan con un mercado de carnes. Y siempre está la posibilidad de criticar la entrega de nuestros datos sexuales a una empresa tecnológica. Estas críticas no hace más que impresionarse por un sistema binario -varón/mujer- que no se cumple. Las críticas a las costumbres que rondan estas aplicaciones tienen cierta nostalgia de la seguridad monogámica; de alguna manera están convencidas de la idea religiosa de que el camino al amor tiene una sola vía.
Este texto habla de la potencia creativa de la homosexualidad. Este texto no es una oda a una aplicación de citas. Tal vez este texto habla de qué hacemos con los negocios globales, las normas y las tradiciones de la religión local cada vez que activamos la geolocalización de nuestros celulares.
Si algo aprovechamos los homosexuales de este sistema capitalista es su capacidad de que todo lo sólido se esfume. En Grindr, por ejemplo, no es necesario seguir normas de monogamia y quedan un poco anticuados aquellos esperanzados de las relaciones duraderas y estables. Muchas veces no es necesario que te identifiques, el propósito es más pragmático que el amor de pareja y eso desconcierta a todos.
Sobre todo en provincias como estas, donde el infierno es grande y siempre está cerca, el anonimato de una aplicación como Grindr permite difuminar las clases, las religiones, los colores de la piel, el bagaje cultural y hasta los doble apellidos, al menos en el instante que dura un toco y me voy. La practicidad de las relaciones efímeras derivan casi en un trámite. Así es posible conocer en un día a un par de personas, chatear con otra docena de personas; al mismo tiempo es posible tener noción de que muchos varones se conectan diariamente frente a los prejuicios de inseguridad informática y ante la amistad pendiente de contingencia.
¿QUÉ BUSCÁS ACÁ?
Desde la imagen de presentación hasta el trato y el diálogo en las redes de citas se mueven en ambivalencias inquietantes. Están los usuarios que odian el maltrato y están los que adoran la cantidad de chicos que pueden conectar. La selección de las fotos de rostro, o de cuerpos desnudos, cola o pene, es esencial para entablar contactos. Las fotos son el pasaporte a que los usuarios se acepten las invitaciones, y antes de la incorporación de los audios sólo el texto y -luego- las imágenes nos guiaban en esta selección estética.
(Podrías preguntar a las personas que nacieron en la década 1980 si alguna vez usaron miRC: era un chat rudimentario que en el aglomerado argentino Resistencia – Corrientes se lo recuerda mucho).
Si hiciéramos una generalidad de perfiles, prima el torso desnudo en busca de la perspectiva homoerótica más efectiva, sus ediciones tienden a evitar mostrar los rostros. Como piezas de banalidad estética, estas fotos están ahí buscando otredad, porque necesito saber que existe alguien tan raro pero a su vez tan normal como yo.
Dice Julian Assange que nos acostumbramos a la censura digitar porque naturalizamos esta posibilidad de extinguir la diferencia, por eso es habitual que bloqueemos cuentas constantemente, los matamos simbólicamente. Ahora me sincero y recorto mi experiencia: Esta mañana me escribió un chico en Grindr y luego de intercambiar fotos e información personal me preguntó cuánto mido de altura. Dije dato trascendental, uno setenta y nueve, vos? Me respondió un metro ochenta y cuatro y después me bloqueó. Al rato me escribió un treintañero y me pasó su selfie. Me pareció lindo. Le pasé mi foto frente al espejo y me preguntó si tenía más fotos. ¿Las de mi comunión te sirven?, le dije y me bloqueó. Por la tarde yo bloquee a alguien que me mostró su micropene.
Pero volvamos a la cotización de los mensajes. La empresa no construye la aplicación desde la nada, la programan a partir de ciertas costumbres que muy avivados observan y recopilan incesantemente. En algún momento nos cansaremos y rodaremos hacia otra forma evolutiva de comunicación.
A su vez, las fotos decapitadas (torso) aseguran el anonimato característico de Grindr, porque ser tapado o discreto en lugares como Corrientes es la contracara del indeseado gay carnestolendo. Lo que cuesta asimilar del puto con brillantina y plumas es su algarabía de ser diferente. A pesar de la disposición de roles como activos o pasivos, las posibilidades de creatividad sexual y relacional en lugares como Grindr desconciertan a los nostálgicos del binomio mujer-varón. Aquí, incluso en esta mismidad de testosterona, hay más que dos formas de entender el funcionamiento de las cosas.
¿ROL?: SIN DRAMAS
Un conductor de televisión me envió sus fotos con el primer hola.
“Como verás no tengo drama del rostro, pero es al pedo. ¡Hay demasiada histeria dios santo, me agota!”.
Según él, en Corrientes muchas veces le desfavorece su identidad sin tapujos y su cara visible por doquier. Imaginate si tuvieras que buscar la forma de reprimirlo y ofenderlo por sus gustos sexuales, ¡inadmisible!
Ser gay todavía significa someterse a roles de dominación. En principio la hiper concentración de testosterona, la mismidad sexual, deriva en la adoración de los patrones varoniles que no pueden desligarse de la distribución sistemática de poder. Cuántas veces escuchaste clasificar a los cuerpos y los rostros por la presencia o carencia de hegemonía en ellos. Ser masculino hegemónico es el máximo valor para la homosexualidad, el máximo legado estético que nos dejó El David de Miguel Ángel.
Ahora viene un pequeño recorrido por la narrativa contemporánea que aborda el nexo HSH (hombres que tienen sexo con hombres) y a su vez cómo se relacionan estos hombres con el mundo en el que viven. En el cuento de Martín Kohan, el gaucho Martín Fierro y el sargento Cruz deciden perderse en el desierto para vivir su amor, aislados, en toldos de indígenas y cerca de cautivas también alejadas de toda civilización. Un amor similar viven los protagonistas de otro cuento de Mariano Quirós; en este caso el monte es la mejor cobertura para las caricias que dos hombres tienen miedo de darse frente a otros chaqueños. En la película francesa El desconocido del lago la simpleza de las tomas nos permite centrarnos en lo que ocurre con dos tipos que nadan usualmente en un lago de promiscuidad, por supuesto también aislados de la ciudad. Cualquier parecido de Grindr con estos ecosistemas (desierto pampeano, monte impenetrable o lago nudista) no es pura coincidencia.
La represión ya no es legítima pero sí la normalización. Cuando pensamos que las redes sociales controlan la manera en que vivimos, lo que todavía no nos enteramos es que en este contexto en el que se territorializa el consumo digital y la cultura global, ya no es posible la represión. Y prestar atención a la homofobia de los grupos religiosos o militares es una pérdida de tiempo, porque significa situarnos en la lucha de décadas atrás.
Luchar por los derechos ya no es la prioridad si los estados nacionales procuran constantemente incluirnos, hoy el desafío es continuar permaneciendo por fuera de los muros jurídicos. La disidencia es tal en la medida que no se ajusta a los parámetros de normalidad. Este texto tal vez sea una crítica a la monogamia. La crítica irrita al pensamiento normalizado siempre que proponga formas diferentes de vida.