El reflejo de quedarse en casa

Por Exequiel Arrúa 

Las únicas dos cosas que diferencian el día de la noche son la luz y los golpes en la pared de mi vecina cuando quiere que baje el volumen. La perra duerme en el sillón en la posición que dormía cuando lo hacía en el piso, torea solo cuando esta acostada y nos estamos llevando mejor.

Después de escuchar veintisiete discos (música local, demos, los clásicos y mucho rock and roll queriendo ser el nuevo rock and roll) puedo afirmar que cuando sos malo sos malo, va mas allá del buen sonido y la letra enternecedoramente social, revolucionaria o de amor. El aceite de las milanesas no se quema solo, lo dejamos quemar. Que se ensucie tu casa no es un plan conspirativo en tu compra, pasa en todas las casas, limpia. El libro poco interesante al final estaba bueno, algunas películas fueron hechas para ser miradas solo una vez, no todos los youtubers son interesantes y la tecnología no te exonera de ser un pelotudo.

La pandemia es muchas más que un virus, es una familia desunida que tiene que estar reunida veinticuatro horas por varios días, es una pareja a punto de separarse, adolescentes, cocainómanos, adictos sociales, terroristas de facebook encerrados, presos ausentes en la lista de las precauciones, barrios colapsados y villas con al menos cinco habitantes en un rango de cuatro por cuatro. Son caretas que hay que usar hasta irse a dormir, mensajes que no llegan, personas que nos extrañan, sentimientos que descubrimos que no teníamos, deseos y ganas de hacer cosas que antes no queríamos.

No prestamos atención a los que nos rodea. No saber disfrutar el sonido del viento a las dos de la tarde nos hace creernos inmunes. No asimilamos la posibilidad de contagio porque así estaríamos asumiendo que nos podemos morir, la gente suele olvidarse que un día todo se acabara.

Se van derrumbando mitos. Facundo no estaba tan conectado con vos al parecer porque no te pregunto ni donde pasabas la cuarentena, la buena onda con tu empleador no alcanzo para que te pague los días no trabajados, las flores no duran más que el prensado, no entendes el significado de “es para toda la semana” y te comes todo en el día, la mayoría de tus gastos son innecesarios y tenes la patología de ir a comprar siempre a última hora.

Tenemos siete aplicaciones para subir historias a las redes sociales, nos empezamos a preguntar qué onda el vecino y había lugares de la casa que no conocíamos. Estamos en doce grupos más que la semana pasada, chatear es tan relevante como ir al supermercado y cada vez importa menos con este del otro lado. La videollamada es lo más parecido al contacto social y sentimos (equívocamente) que queremos a todos los familiares por igual.

Sin embargo todavía no he visto a nadie llamándose a sí mismo, estamos encerrados pero seguimos marchando detrás del entretenimiento. Parece que para mirarse al espejo todavía faltan algunos muertos.

Por: Exequiel

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