Por Fernando Marturet para Hay una Guerra
“Nuestra estrella se agotó
y era mi lujo.”
Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, la banda liderada por el Indio Solari, el pasado Sábado 17 de abril hicieron un recital por streaming que se llamó A los pájaros. Hay varios elementos de este hecho y lo que la banda representa que vamos a analizar. Se realizó en Villa Epecuén, un
pueblo turístico en el sur de la provincia de Buenos Aires que quedó en ruinas tras las inundaciones de 1985. El show iba a ser privado, transmitido por ticketek, pero por una sobrecarga y una demora en la transmisión decidieron liberarlo en YouTube. La liberación del recital en YouTube fue
comparado con la apertura de molinetes en los recitales que siempre hacían para tocar el último tema.
Saturar recitales es parte de una tradición de la que la banda es parte. Comenzó hace unos cuantos años con Patricio Rey y los Redonditos de Ricota banda del Indio, con Skay Beilinson y una formación que fue cambiando. Se caracterizaban por hacer show multitudinarios que terminaron envueltos en polémica: los ricoteros que invadian las ciudades donde se realizaba superando toda capacidad hotelera y copando las calles. La misa, como le decían a los recitales, se caracterizaba por la masividad y la poca publicidad para los eventos. Podemos decir sin problemas que es la banda
más masiva de la Argentina, aunque extrañamente fuera del país y Uruguay casi no la conocen. Después de varios bardos y problemas de plata los redondos se separan.
Que el recital se haya hecho en Epecuén tiene varias cosas interesantes: Las ruinas en la filosofía de la historia son el símbolo del progreso que nos promete un futuro brillante, pero para llegar constantemente está destruyendo todo. Para Walter Benjamin la historia es una compilación de ruinas sobre ruinas y es el lugar adecuado para buscar la historia marginada por el relato oficial. Epecuén el pueblo fantasma comido por un lago salado y habitado con un solo hombre, contrasta mucho con los pueblos invadidos por ricoteros de viejos tiempos. El Indio proyectado sobre las ruinas parece como un fantasma, un modo de pensar el rock nacional que se desvanece de a poco como el atardecer. El crepúsculo de los ídolos, del que hablaba Nietzsche, tiene que ver con la perida de poder de los diuoses e idolos que nos cautivaron en la antiguedad pero que hoy ya no tienen la misma fuerza y de apoco se van apagando dejando un mundo un poco más oscuro.
El ejemplo más fácil de de las letras barrocas es el tema Jijiji con frases como Esos niños son como bombas pequeñitas, que te quedan picando sobre su significado. A mi me gusta el vínculo de este tema con el incidente de Chernobyl. El tema termina con ruidos de ambulancia y una voz frenética que grita:
¡¡¡Chernobyl!!!, ¡¡¡Chernobyl!!!, ¡¡¡Chernobyl!!!, ¡¡¡Chernobyl!!!
Lo curioso es que el desastre ocurre el 26 de abril de 1986 y un par de meses después, nada más, sale el disco Oktubre con este tema. Algunos hablan de premonición inclusive. Como las ruinas Epecuen que era la promesa turística del interior de Buenos Aires, Chernobyl era el símbolo del progreso para la Unión Soviética. Ojo, que el tema no necesariamente habla de eso. El Indio dijo que el tema para él se refería un poco a la paranoia de la droga, es un reflejo de la decadencia del ambiente rockero de su época consumido por la cocaína: La canción en definitiva habla de algo horrible, que parece una pesadilla y sin embargo es verdad. No lo soñó: ¡es real!
https://youtu.be/rQCIV-Yzb8U
Algo parecido pasaba acá post-dictadura con la mega inflación alfonsinista, la falta de trabajo y el fantasma del terrorismo de estado todavia muy vigente. El rock barrial que surge en parte de los redondos viene a llenar un poco ese vacío que le quedó a la clase obrera. Los Redondos eran una banda que capas no sonaban tanto en la radio, pero todo kioskero que se respetaba lo escuchaba. Esta música fue creando consciente e inconscientemente una mítica llena de camisetas de rock, descartables con vino, flequillos rolingas y toda una cultura del aguante que seguia a sus idlos a todos lados. Se multiplicaba en los recitales cada vez más masivos y sumarte al pogo más grande del mundo, te volvia por un momento parte de algo más grande.
Este espacio acogedor hace bastante viene en decadencia: la corrupción y el lucro se impusieron sobre la seguridad de la gente que iba a los recitales. Está Cromañón, está Olavarría y muchos otros recitales que demostraban que esa masa ya no era sostenible. Después vino la pandemia y esos dias de recital con cervezas a sobre precios parecen quedar atrás. Y si el rock ya no nos puede salvar del progreso ¿que nos queda? ¿Volveremos a habitar el templo de Momo? ¿O como Epecuén y Chernobyl se volverán ruinas de ese rock que alguna vez nos redimio?